Zonificación integrada del Terroir

La especificidad de la zonificación vitícola se ha considerado en numerosas definiciones que tienen en cuenta matices importantes, principalmente relacionados con las condiciones particulares de cada país.

En concreto, por zonificación se entiende la investigación del territorio con el fin de repartirlo en zonas relativamente homogéneas como resultado de la interacción entre el viñedo y el medio natural (Fregoni et al., 1998); y en la Península Ibérica, que basa la producción de vinos de calidad principalmente en las Denominaciones de Origen, es importante la matización de Huglin (1972) que considera que la concepción de tales DO se debe basar en “la delimitación de zonas con condiciones ecológicas particularmente privilegiadas o, como rara vez se dice, simplemente originales”.

A partir del concepto de terroir y debido fundamentalmente a la carencia de datos básicos y enológicos, socioeconómicos y culturales, relacionados con las distintas unidades del medio (georreferenciación), se ha definido el concepto restrictivo de terroir ambiental o vitícola (viticultural terroir) como un aspecto particular de este, referido únicamente a los elementos del medio natural y al agroecosistema vitícola que aúna el concepto completo de suelo (la serie de suelo como unidad de manejo), la planta y todo lo relativo a la viticultura. En adelante hablaremos de terroir sabiendo que lo que queremos decir es terroir ambiental o vitícola (viticultural terroir) (Fig. 36).

En definitiva, y como se trata en este trabajo, la zonificación del terroir consiste en la creación de áreas en base a los elementos del medio (Unidades Homogéneas del Medio, UHM), con similares potencialidades y limitaciones para el desarrollo de la vid y perfectamente caracterizadas, no solo en cuanto a sus propiedades y factores, sino también respecto a su distribución geográfica y cartografía, definiendo los terroir de cada región vitivinícola, tanto para conocer y gestionar las áreas ya establecidas, como para la identificación y diferenciación de otras emergentes.

Interés en la zonificación del terroir

La vid se cultiva en un creciente número de regiones del mundo y la industria vitivinícola se desarrolla en un entorno cada vez más competitivo, de forma que cada productor aprovecha sus ventajas comparativas de la mejor manera posible, con el objetivo de incrementar el valor añadido y así diferenciar y posicionar sus vinos en el mercado de forma competitiva.

El interés en obtener vinos de calidad es un objetivo primordial en viticultura y sobre él se ha escrito mucho; y tanto en los tratados generales como en las publicaciones especializadas, siempre hay una referencia a la calidad, y en todos ellos se sugiere que esta calidad depende no solo de los procesos de elaboración, manejo y crianza, sino también de la utilización de uvas de calidad.

La calidad final de la uva depende, como se ha dicho, de la interrelación de las variables del medio y de las modificaciones que sobre el sistema clima‑roca‑paisaje‑suelo‑planta impone el viticultor con las mejores técnicas de cultivo (terroir). El enólogo, por su parte, ha de reconocer que no es posible mejorar esta materia prima en la bodega, y que en la elaboración debe intentar sacar el máximo partido de ella, con‑ servando sus características favorables y sin permitir que adquiera gustos y características que no le sean propios.

De esta forma, el terroir condiciona fuertemente las características de los vinos, de modo que, a par‑ tir de distintos estudios realizados en diferentes zonas vitivinícolas, se puede afirmar que en el cultivo de una variedad (y portainjerto<>patrón) con el uso de similares técnicas culturales y en el mismo terroir, se puede garantizar una calidad y tipicidad determinada.

La necesidad de la zonificación vitícola se justifica en los ámbitos técnico y científico. En el primero, porque permite resolver problemas relacionados con las áreas de demarcación y protección legal del terroir, el manejo de determinadas técnicas vitícolas, las relaciones ambiente/vino, la aptitud vitícola y la elección y caracterización de nuevas áreas y las cuestiones relacionadas con la experimentación y con las nuevas tecnologías y su transferencia; y en el ámbito científico, porque estas cuestiones despiertan un gran interés, avalado por la celebración de ocho congresos monográficos que comenzaron en el año 1996 en Angers (Francia) y que con una periodicidad bianual han continuado en Siena (Italia), Tenerife (España), Aviñón (Francia), Ciudad del Cabo (Sudáfrica),

Burdeos‑Montpellier (Francia), Nyon (Suiza) y Soave (Italia) con una convocatoria prevista en Bourgogne‑Champagne (Francia) en 2012.

Bases metodológicas

La zonificación es compleja y requiere una metodología multidisciplinar que incluye entre otros a expertos en viticultura, enología, edafología, climatología, geología, botánica, cartografía, estadística, informática. Al mismo tiempo, el trabajo requiere una gran cantidad de datos, que no siempre están disponibles y, por ello, el coste de los estudios puede ser elevado y aún mayor si se precisa llegar a un gran detalle.

Existen metodologías disponibles (ver por ejemplo Vaudour, 2004) con las que, aunque con desigual resultado, es posible caracterizar y delimitar las regiones vitivinícolas en unidades cartográficas con carac‑ terísticas relativamente homogéneas, con niveles de detalle dependientes de la escala de trabajo, y que se pueden utilizar como punto de referencia para la toma de decisiones.

La aplicación de estas metodologías no siempre es posible, principalmente debido a la inexistencia de datos georreferenciados a la escala adecuada. En este sentido, la elección de la escala es un tema importante porque está relacionada con la toma de decisiones y con la disponibilidad de recursos.

La discusión se puede realizar en términos similares a la efectuada cuando tratamos el suelo. En general, existen dos tipos de planteamiento: macrozonificación y microzonificación (Fig. 37). A pequeña y media escala (inferior a 1:50.000), el medio vitícola se considera como un ecosistema definido por los elementos y factores del medio, mientras que a mayor escala (superior a 1:25.000) es posible además relacionar estos elementos y factores con los de la calidad del producto.

Con independencia de la utilización de métodos de zonificación a pequeña y media escala en la delimitación de zonas vitícolas y en la diferenciación y caracterización de subzonas dentro de ellas, y del empleo de los estudios específicos para la obtención de relaciones entre parámetros con un gran detalle, es necesario llevar a cabo la integración de ambos tipos de estudios utilizando el citado en primer lugar como base de definición de unidades del medio, suficientemente homogéneas y bien caracterizadas (UHM) como para permitir el análisis pormenorizado de sus elementos definitorios y relacionarlos con los parámetros de calidad en estudios del segundo tipo.

La cartografía a pequeña escala solo permite separar, y con dificultad, las subregiones que pueden ser consideradas como vitícolas sin limitaciones de las que no lo son. Por este motivo, conclusiones que permiten destacar las dificultades del cultivo de la vid en determinadas regiones en las que coinciden una altitud excesiva, un clima con déficit térmico, una litología y fisiografía inapropiada y un predominio de suelos jóvenes y poco desarrollados, sin más detalles, poco permiten aportar a lo ya conocido. De igual manera y en el extremo opuesto, la viabilidad de la vid en regiones de tradición vitícola como la mayoría de las DO no necesita ser justificada.

En la viticultura moderna es más importante aún la tipicidad y el detalle, y para su caracterización necesitamos evaluar la variabilidad local del clima (meso y microclima), el paisaje (microtopografía), la litología (formación) y el suelo (serie), lo que determina las unidades que condicionan o limitan la viticultura de precisión. En definitiva, aumentar la escala (microzonificación).

Zonificación Integrada del Terroir (ZIT) en la Península Ibérica

Como se ha repetido varias veces, en la Península Ibérica la producción de vinos de calidad se basa en la DO, y la zonificación del terroir plantea problemas específicos no solo por las características peculiares del territorio, sino también por el tamaño, la distribución y el índice de ocupación vitícola en las distintas DO.

El análisis se concreta en la discriminación, caracterización e identificación geográfica de una determinada escala de zonas homogéneas (UHM) en las que la vocación vitícola se expresa de forma cuantitativa y se basa en los elementos y factores del medio (Fig. 38).

En concreto, la metodología utiliza la integración de variables referentes al clima, a la geosituación (litología, morfología del relieve, topografía, vegetación) y al suelo y a la distribución, productividad y formación del viñedo como índice de la asimilación del comportamiento local vitícola y de la calidad enológica en la situación actual; y ha sido descrita con suficiente detalle en trabajos anteriores (Gómez‑Miguel et al., v.a., Sotés et al., v.a.).

Sabemos que la distribución del viñedo, su productividad y otras variables procedentes del registro vitícola (variedad, formación, edad…) constituyen por sí mismas un índice discutible de validación, que debe ser considerado como válido a efectos globales a causa del proceso de selección secular de los viticultores de los terrenos más aptos, sobre todo si se tiene en cuenta la gran disponibilidad global de tierras peninsulares para tan poca superficie de viñedo, lo que facilita el proceso de selección (en un momento secular regresivo). No obstante, en situaciones puntuales, pueden haber sido determinantes otras variables en la selección de la zona de plantación (condiciones socioculturales, proximidad a los núcleos urbanos, planteamientos agrícolas erróneos, etc.), lo que explicaría conocidas situaciones anómalas que no son justificables y manifiestan un claro carácter residual.

El resultado final es el mapa de las Unidades Homogéneas del Medio (UHM), cuyas unidades cartográficas sintetizan las relaciones principalmente entre las agrupaciones litológicas, las geoformas y las series de suelos. La información generada en las capas maneja‑ das como un Sistema de Información Geográfica (GIS) da como resultado la cuantificación de los contenidos y la posibilidad de su tratamiento estadístico.

A continuación, describimos las diferentes fases o etapas de la zonificación: climática, del medio natural o geosituación, del suelo y finalmente, la integración de los resultados.

Zonificación del clima. La influencia del clima en el desarrollo vegetativo de la planta y en la calidad se ha discutido en el capítulo correspondiente.

Como se ha dicho, el clima, como expresión de la acción de los elementos meteorológicos y geográficos de un lugar, resulta difícil de conocer o definir y sobre todo es imposible reproducirlo en un espacio y en un tiempo determinado. En muchos casos, se han buscado relaciones entre las características del medio y ciertos parámetros de calidad del mosto, desarrollando un importante número de índices climáticos que se utilizan para la caracterización de las regiones vitícolas y que, en general, se refieren a la evaluación de las condiciones necesarias para conseguir una buena maduración de las uvas.

En concreto, estos índices climáticos vitícolas son poco discriminantes, tienen un comportamiento bastante irregular, adolecen de falta de relaciones vitícolas directas y en la mayoría de los casos corresponden a escasas estaciones meteorológicas y de distribución no siempre adecuada.

Al aplicar estos índices, en la mayoría de las regiones vitícolas de nuestro entorno solo existen limitaciones en condiciones meso y microclimáticas y por variaciones en los elementos climáticos, que podíamos considerar infrecuentes, que entrañan anomalías interanuales, estacionales o diarias y que perturban el funcionamiento de la viña aunque de ningún modo son limitantes; pero a pequeña escala (macroclima), y de acuerdo con estos índices, tales regiones pueden ser consideradas con vocación vitícola sin limitaciones ni diferencias determinantes (Tabla 2).

Para obviar estos problemas y poder apreciar todas las diferencias aunque sean mínimas, para la zonificación climática se analiza el mayor número de variables cuantitativas, tanto directas (precipitaciones, temperaturas, evaporación…) como deducidas (índices climáticos, bioclimáticos, vitícolas,…), y además las que configuran el balance hídrico, el régimen de heladas y el de temperaturas con relación a los estados fenológicos de la viña, entre otras; y a través del análisis estadístico (clasificación automática, análisis factorial discriminante, análisis de componentes principales…) se configura un modelo (modelo climático completo) que se contrasta con el que resulta de eliminar las variables que aportan información redundante (modelo climático reducido), que incluye la mayor parte de la información climática utilizando un número mínimo de ellas.

En la figura 39 se incluye la distribución de las zonas climáticas en siete DO peninsulares. En general, los modelos se reducen a tres variables (explicación de más del 90% de la varianza) que en las DO estudiadas son una hídrica, una térmica y otra relacionada con el régimen de heladas o el balance hídrico. La delimitación definitiva de las zonas climáticas se realiza a partir de la cartografía de estas variables/parámetros, con la ayuda del modelo digital del terreno.

Zonificación del medio o de la geosituación.

Bajo este epígrafe incluimos aspectos relacionados principalmente con la geografía (situación, continentalidad…), la topografía (altitud, pendiente, exposición, orientación), la geología (geomorfología o el paisaje y la litología o la naturaleza de la roca), y la vegetación natural o los usos del suelo, ya comentados en el apartado correspondiente.

En la Península Ibérica, la influencia de los elementos topográficos es determinante en gran parte de las regiones vitícolas, ya que se cultiva en intervalos de altitud grandes, a cotas a veces muy elevadas y sobre todo de una enorme variabilidad (Fig. 40), con pendientes localmente extremas en las que las orientaciones son irregulares y están frecuentemente mal seleccionadas y en las que la exposición se ha elegido en función del manejo (Fig. 41).

La gran variabilidad de rocas en las que se desarrolla el viñedo, la localización indiscriminada de las propias DO, que muchas veces se han delimitado considerando criterios puramente administrativos, la irregularidad de la parcelación y la mala selección de las explotaciones son, junto con el manejo inadaptado a la variabilidad litológica, los problemas a los que se enfrenta la viticultura peninsular, originando heterogeneidades indeseadas en el producto final.

El tratamiento de estas variables y factores, se ha realizado tradicionalmente de dos formas: una, geográficamente a pequeña escala y dos, de forma puntual y a gran escala. Ninguno de los dos tratamientos es satisfactorio: el primero no se muestra suficientemente discriminatorio y el segundo no permite generalizaciones.

En la mayoría de las regiones vitícolas de nuestro entorno solo existen limitaciones al considerar la variabilidad local de la litología y del suelo, lo que determina las unidades que condicionan o limitan la viticultura del detalle, pero en la cartografía a pequeña escala las diferentes denominaciones pueden ser consideradas como vocacionalmente vitícolas, sin limitaciones ni diferencias determinantes (Tabla 3).

Las variables relacionadas con la vegetación se obtienen a partir de su cartografía realizada por métodos tradicionales e incluye datos sobre masas y especies forestales (vegetación natural), interrelaciones con la bioclimatología y las características del medio (vegetación potencial) y socioeconómicas (usos y aprovechamientos). Del análisis de estos mapas se deducen y arbitran criterios, principalmente excluyentes, derivados de la existencia de especies endémicas y de masas forestales de interés ecológico y otras actividades relacionadas.

La metodología utilizada para la zonificación del medio o de la geosituación se basa en la cartografía detallada de los elementos citados. La configuración de un modelo digital del terreno permite la utilización de variables como la altitud, la exposición y la longitud e inclinación de la pendiente. Las unidades de fotointerpretación aérea (FIA)/Geoformas (paisaje) están definidas por una leyenda formada por cinco dígitos (litología, geoforma, pendiente, erosión, otros). En la figura 42 se incluye el mapa de las unidades FIA (Geoformas) de la RD de Douro (SUVIDUR, 2011).

La importancia de la cartografía de estas unidades radica en el hecho de que los atributos ya citados más arriba están asignados a cada una de ellas. La influencia de la geología (litología y estratigrafía) en el binomio vid/suelo se realiza a través de dos parámetros: naturaleza de la roca y existencia de afloramientos rocosos (rocosidad). En la figura 43 se incluye la distribución geográfica de las agrupaciones litológicas en la DO Toro y DO Rueda donde se identifican con claridad las principales áreas de producción de los vinos tintos de Toro, al suroeste, y de los vinos blancos de Rueda, al noreste, cada uno de ellos localizado en una formación litológica preferente.

Zonificación del Suelo. El estudio del medio natural se completa con el del suelo ya tratado en el capítulo correspondiente en el que se destacó la relación suelo/ terroir. Precisamente esta idea es la que permite comprender la verdadera utilidad de la cartografía edáfica para la zonificación. Este hecho se reconoce en la mayoría de los estudios de zonificación que se han realizado y se realizan actualmente y es en función de la escala de trabajo cuando se manifiestan las mayores diferencias de utilización.

Desgraciadamente, el suelo es un gran desconocido y únicamente en algunas zonas vitícolas muy concretas, y correspondientes a regiones productoras de vinos de renombre, se han hecho estudios detallados y que tienden a relacionar el tipo de suelo con la calidad del producto, pero dada la gran diversidad de suelos existente, los resultados no son generalizables.

La metodología de la zonificación del suelose concreta en la creación de las unidades taxonómicas de suelo (STU, tipos de suelo) y de las unidades cartográficas de suelo (SMU, áreas de distribución de los suelos) durante el proceso de Reconocimiento de Suelos, o más genéricamente, de Inventario del Recurso Suelo efectuado con una metodología ortodoxa preferente (Nieves et al., 1985; Forbes et al., 1987; Wambeke y Forbes, 1988, USDA, 1993, 1994‑2010, 1999, Rossiter, 2004). El tratamiento de la información generada en las distintas capas de información por un Sistema de Información Geográfica (GIS) da como resultado la cuantificación de los contenidos y la posibilidad de su tratamiento estadístico. En la figura 44 se representa el mapa de suelos y las unidades cartográficas de la DO Cigales.

ZIT: integración de resultados. Como se ha dicho más arriba, la ZIT es la generación de las Unidades Homogéneas del Medio (UHM) y se realiza mediante el tratamiento de la información obtenida en los apartados anteriores, mediante la combinación y comparación de un método estadístico (AFD) y otro paramétrico (Fig. 45).

La cartografía de las clases de clima y los tres parámetros que explican la mayor parte de la varianza se obtienen del modelo reducido de zonificación climática; asimismo, los que permiten el tratamiento del modelo digital del terreno – la altitud, la exposición y la longitud y la inclinación de la pendiente – se extraen del modelo reducido de zonificación del medio natural o geosituación; las variables referentes a la litología y a la morfología del relieve se integran en el modelo a través del concepto de serie de suelos; y finalmente, en la evaluación de las series de suelo se utiliza un sistema paramétrico clásico en Edafología. La caracterización media procedente del proceso y el resto de información cualitativa se utiliza para la ponderación de cada STU. El índice final, obtenido de forma multiplicativa para cada taxón, se pondera dando el valor de 100% al mayor de ellos. Finalmente, la evaluación de cada SMU se realiza por la media (ponderada con la frecuencia de participación) de los índices de ponderación de cada una de las taxas que la componen.

En el análisis factorial discriminante (AFD) se utilizan las posibilidades de diferenciación entre las distintas tierras, con el fin de buscar las causas del uso diferencial del terreno. Se asume para ello que el porcentaje de ocupación (vinculado en todo momento con la cantidad total de viñedo y superficie disponible, para evitar la sobrevaloración de las STU poco representadas o la infravaloración de las muy extensas) se relaciona de forma directa con la calidad vitícola del suelo. A partir de aquí, se clasifican las distintas unidades en grupos de “calidad de suelo vitícola” y se someten a un análisis factorial discriminante, usando como variables todas las cuantitativas del perfil en conjunto, del horizonte superficial y del siguiente más.

Las variables consideradas para caracterizar cada taxón han sido la mayoría de las cuantitativas con significado agronó‑ mico y algunas otras elaboradas a partir de ellas y de especial interés vitícola (relación K/Mg, Ca/Mg, etc.), otras variables que, como la materia orgánica del horizonte C, evitan indefiniciones y en suma, para incorporar la información referente a las propiedades más relevantes del siguiente horizonte (muy relacionado con la litología) que se perdería en el caso de utilizar únicamente los dos horizontes previamente considerados. El AFD permite desarrollar, frente al modelo paramétrico, un modelo de combinación lineal de las propiedades analíticas de modo que cada taxón se transforma de este modo al nuevo espacio vectorial y se clasifica en el grupo de cuyo centro de gravedad se encuentre más próximo.

Mediante la validación y el contraste de ambos métodos se llega a la solución definitiva cuando los resultados son suficientemente similares. En estos resultados se evidencia de forma inmediata la marcada diferenciación de la distribución del viñedo en las diferentes STU. En efecto, existen diferentes series claramente elegidas para la implantación del viñedo, otras con ocupaciones intermedias y algunas de ellas claramente descartadas. Además, estas relaciones son independientes de la superficie disponible.

Información generada en el ZIT: utilización y aplicaciones

La información generada en el estudio de ZIT, georreferenciada, digitalizada e incluida en un sistema de información geográfico (GIS) es importante y está relacionada, como no podía ser menos, con los elemen‑ tos (propiedades) de cada uno de los factores parciales: clima, topografía, geomorfología, litología, vegetación natural y usos del suelo, la información del registro vití‑ cola, el suelo y, por último, la zonificación de los terroir propiamente dicha.

La creación de una utilidad informática que añada el registro parcelario, la ortofoto y la información administrativa (DO, viticultor, etc.), facilita, si se considera necesario, el acceso a los datos, no solo a la Administración y a los organismos de gestión de las DOs (CRDO, INDP…), sino también a los gestores de bodegas, cooperativas y a los propios viticultores y demás actores interesados.

La inclusión de zonas convenientemente delimitadas y caracterizadas desde el punto de vista vitícola (terroir) dentro de un GIS, no solo permite el acceso fácil a toda la información a través de la red y su actualización rápida (altas y bajas de plantaciones, control de edad, formación, producción, calidad de vendimias…), sino también la ordenación del cultivo, dirigiendo las nuevas plantaciones hacia las zonas de mejor calidad, e incluso hacia aquellas en las que, por los motivos que sean, carezcan de tradición vitícola.

En relación con la experimentación, también necesaria para la validación enológica de las UHM (ver por ejemplo, González‑Sanjosé et al., 2008), la ZIT permite la selección óptima de la localización de las parcelas experimentales de forma que los resultados obtenidos en ellas puedan ser generalizables, se permita la comparación con otras zonas (selección de zonas sin tradición vitícola) y se facilite la transferencia de tecnología.

Una vez más una utilidad informática puede facilitar enormemente las labores de extensión. A partir de los datos del medio, se permite el acceso del viticultor de cada explotación a los datos técnicos relacionados con el clima, la geología, el suelo y, en último término, con el índice de calidad del terroir proporcionado por la ZIT, en un informe de salida apropiado.

Este tipo de utilidad y los datos disponibles a través de la ZIT, proporcionan los medios necesarios para la optimización del manejo del suelo y del cultivo en la explotación (Tabla 4). Sin embargo, es necesario insistir en algunas precisiones, sobre todo en relación con la escala de los estudios, lo que hemos llamado (Fig. 37) macrozonificación (escalas inferiores a 1:50.000) y microzonificación (escalas superiores a 1:25.000) y lo que se ha discutido al respecto (unidades monotáxicas y politáxicas) en el capítulo correspondiente al suelo.

En la macrozonificación es frecuente que varios terroir estén agrupados en una misma unidad cartográfica. Esta circunstancia, que apenas tiene influencia en las aplicaciones anteriormente comentadas, es decisiva en relación con el manejo de la explotación. En concreto, en las operaciones relacionadas con el manejo tradicional y con la viticultura de precisión (Tabla 4); por este motivo, es condición indispensable separar cada uno de los terroir aumentando la escala del estudio (microzonificación): en cada unidad cartográfica un solo terroir.

En este sentido, la microzonificación es capaz de abordar las relaciones suelo‑planta‑producto mediante el seguimiento continuado de las variables implicadas durante cada una de las fases de producción, posibilitando su control y optimización (lugar y geometría de la plantación, material vegetal adecuado, relaciones suelo/planta: efectos de las propiedades físicas y químicas (salud y desarrollo) y físico‑químicas (nutrición), uso eficiente de input y manejo por unidades homogéneas), todo ello encuadrado en la estructura de una macrozonificación regional que permita extrapolar los resultados y la identificación y caracterización de UHM con la influencia directa que ello tiene sobre las cuestiones medioambientales y de ordenación del territorio. Finalmente, el control de las variables consideradas por cada unidad de manejo (serie) permite abordar con éxito las relaciones del medio con la planta y los productos intermedios, en definitiva, con los vinos de calidad.

Conclusiones y perspectivas

La zonificación integrada del terroir (ZIT), como se entiende en este capítulo, permite la delimitación y caracterización de unidades homogéneas del medio (UHM) respecto a la geografía, el clima, la litología, la geomorfología y el suelo en relación con los productos (uva, mosto, vino) para la producción de vinos de calidad.

La ZIT así entendida tiene importantes aplicaciones y permite abordar con éxito algunos de los retos que se plantean en la viticultura del país: delimitación y caracterización de zonas vitícolas; discriminación de zonas en función de la calidad del producto; ordenación del cultivo de la vid; prospectiva y viabilidad de zonas vitícolas en regiones en las que no existe tradición de cultivo de la vid (Gómez Miguel, 2005); selección de parcelas experimentales localizadas en cada una de las zonas previamente discriminadas, como base de una investigación óptima y cuyo resultado sea posible generalizar y extrapolar; transferencia de tecnología a zonas similares perfectamente identificadas; extensión y formación facilitada por la disponibilidad del GIS/SIG; y finalmente, aplicación de datos particulares a explotaciones, previa identificación de las unidades taxonómicas que las constituyen (microzonificación).

La ZIT también es importante como vehículo de extensión agraria y suministrador de información al viticultor. El soporte informático está constituido como un sistema de información geográfica al que se puede acceder fácilmente y con él se obtiene información sobre datos climáticos, litológicos, geomorfológicos y de paisaje, edáficos, etc. En este sentido, la base de datos debe ir creciendo con el uso, y el registro vitícola se debe ir actualizando.

Esta información permite optimizar las prácticas de manejo convencional de la explotación y aporta las herramientas necesarias para el diseño correcto de la viticultura de precisión, con la perspectiva, a medio plazo y a través de las adaptaciones tecnológicas necesarias, de reducción de costes.

Advertência sobre a mudança do clima

Com a extrapolação linear dos valores climáticos das últimas décadas é previsível, em certas regiões da Península Ibérica, um cenário alarmante, do ponto de vista vitícola. Fenómenos como a seca crescente e problemas com a fase de dormência da videira poderiam pôr em causa a viticultura de qualidade em muitas das regiões ou, pelo menos, a viabilidade de muitas castas regionais.

Como modelo de pensamento, considero esta pre‑ visão indispensável para decisões a longo prazo e orientações científicas de estratégia. Mas estamos também conscientes de não existir nenhuma garantia em previsões climáticas a longo prazo. Já na primeira fase da Idade Média (536‑537 d. C.), o historiador palestino de origem grega Procópio e o escritor romano Flávio Cassiodoro mencionaram temperaturas baixas com neve no Verão e consequentes más colheitas. À fase quente na Baixa Idade Média (950‑1100 d.C.), seguiu‑se, mais tarde, a fase fria dos chamados “pequenos glaciares”, de 1570‑1630 e, depois, de 1675‑1715. A erupção do Krakatoa (Indonésia), em 1883, levou a uma profunda mudança de clima.

No último século, nos anos 60, após a miserável vindima de 1965, os cientistas especularam sobre a tendência para o final da fase inter‑glaciária, com clima temperado, considerada já relativamente duradora. Entre outras, a actividade das protuberâncias solares poderá provocar uma possível alteração da Corrente do Golfo, como consequência do aumento do nível do mar. São factores imponderáveis, que põem em causa uma linear previsão do clima e, como tal, não permitem que cheguemos à conclusão de que temos de abandonar a produção de vinho de qualidade numa grande parte da Península Ibérica. O artigo seguinte, revelando grande conhecimento e sensibilidade, consegue confirmar que, mesmo no caso de uma extrapolação linear dos dados climáticos, não será posto em causa o pólo genético vitícola ibérico.

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